lunes, 3 de enero de 2011

Lo que me dejó el 2010

Este año 2010 se acerca su fin. Yo, puedo decir que este año reviví la llama de la pasión, esa que en el 2003 mi abuelo encendiera cuando supe que buscaba gobernar a este mi estado, Puebla. Una etapa que sin duda marcó mi vida y la ha encauzado a lo que es hoy y a lo que será mañana. Viví otra vez en carne propia la intensidad que solamente una campaña política que despierta entusiasmo y deja ver a través de sus ventanas un mañana mejor, puede provocar. Formé parte, sin miedo ni dudas de decirlo, de la campaña electoral para elegir gobernador; ese puesto que mi abuelo buscó hace ya casi siete años y que hoy, en este 2010, tuve oportunidad de volver a vivir, ahora como actor, ya no como nieto. Rafael Moreno Valle Rosas, ese hombre de gran altura y de firme personalidad, resultó electo; ese señor con título de doctorado, que fuera el encargado de las finanzas estatales cuando mi abuelo era el encargado del transporte y las comunicaciones del estado, es el hoy gobernador electo; puedo decir que las finanzas meticulosas y la gran obra carretera realizada en el sexenio en que ambos fueron compañeros de gabinete, estuvieron perfectamente sincronizadas, desde luego con las ideas distintas que se vuelven comunes cuando de engrasar los engranajes que hacen funcionar correctamente a una entidad se trata. Sí, me metí en la campaña de Moreno Valle y sus secuaces, y de sus pupilos. Y se ganó. Participé en la campaña del candidato ganador. Fue igual de intensa que la pre campaña de mi abuelo en el 2003, claro, de manera diferente. Pero volví a comer mole, pollo y arroz en comunidades, en bodas de juntas auxiliares, en casas donde me invitaban a comer. Volví a sentir chinita la piel cuando oía el nombre o veía al candidato. Hice buenas y grandes amistades, más que por lo que en ese momento buscaban, fuese una diputación, la presidencia municipal o la gubernatura, porque como seres humanos me abrieron los brazos, me tendieron la mano, me permitieron formar parte de esa etapa importante en sus vidas y me brindaron su persona, sea sus conocimientos, su amistad o una relación cordial. Encuentro semejanzas, de mí con el diputado electo por el sexto distrito Mario Riestra Piña y con el gobernador electo Rafael Moreno Valle Rosas. Los tres nacimos en cuna tricolor, los tres tenemos antecesores que trabajaron en el gobierno, en alguno de los gobiernos tricolores que, sin contar el último que ha de ser relevado el uno de febrero, sirvieron a nuestro estado por setenta y dos años, ochenta sin contamos al actual, y los tres queremos algo mejor para Puebla, algo fresco, nunca antes visto y que sea para beneficio de todos; algo que nuestros antecesores cimentaron y que hoy nos toca a nosotros construir: Mario Riestra Venegas, padre de Mario Riestra Piña; el General Rafael Moreno Valle, abuelo del gobernador electo Rafael Moreno Valle Rosas y Marco Antonio Rojas Flores, mi abuelo, el abuelo de José Abraham Bonilla Rojas.
Qué decir el día de la elección. A las cuatro de la tarde ya se sabía que Rafa había ganado. Y mientras el candidato “de enfrente”, Javier López Zavala, por la noche decía que él había ganado y siendo tan falsa esta afirmación que en la lona que había detrás de él cuando pronunciaba estas palabras, únicamente aparecía el logo del PRI, cuando la coalición que lo lanzó se conformaba también por el PVEM. Ese hecho serenó el festejo del indudable ganador Moreno Valle, quien fiel a su ser, en primer lugar colocó la razón y después la pasión. Ese día el tiempo se detuvo, literalmente, de repente era de día y al rato ya era media noche. Entré alrededor de las cuatro de la tarde al hotel Presidente Intercontinental, el búnker de Compromiso Por Puebla, coalición del candidato ganador; y después de oír el mensaje de Rafael y de tener ya una idea más clara de los resultados, salí al filo de las doce de la noche de ahí. Ese día en que el tiempo no caminó, en que los pájaros se paralizaron, la piel se erizaba, y Rafael Moreno Valle Rosas resultó electo como Gobernador del Estado de Puebla para el periodo 2011-2017.
Así llegó la transición y el cambio de color en el poder a mi estado, a mi lindo y querido estado. Este estado tan maravilloso que el gobernador en turno se encargó de destruir, de hacer mierda, de estirarlo y encogerlo a su pinche antojo, de humillarlo, este estado tan grande que fue saqueado por las autoridades que todavía tienen en sus manos las riendas de Puebla. Puebla, como le gritaron a Diego Fernández de Cevallos en la entrevista con Javier Alatorre después de su liberación: ¡no te rajes! Y yo, por Puebla, contesto: ¡no señor, no me rajo! Puebla abrió los ojos. Yo viví en propia piel la elección, olí la gubernatura, vi el entusiasmo en los rostros de la gente que camina descalza por las calles sin pavimento, y puedo decir, de la misma manera en que nos lo ha hecho saber y lo ha dicho el Gobernador electo, Rafael Moreno Valle Rosas, sin dudas, con certeza y convicción que: PARA PUEBLA, ¡LO MEJOR, ESTÁ POR VENIR!

Este año me puso a prueba emocional y mental y creo que la superé. No en balde fue mi inicio de terapias psicológicas en el 2009 y mi metodismo en la vida, mis lecturas de los 24 libros y medio de este año, son y medio porque el que leo ahora es de 420 páginas y voy en la 240, pero contándolo son 25. Me doy cuenta de que he crecido, de que he madurado y que la vida anda sin detenerse y a mis 18 años puedo decir lo que por primera vez muchas personas de 30 años o más dicen: he desaprovechado tantos momentos en mi vida, la he desaprovechado tanto y también al tiempo de ella, ahora, ya soy más grande y más viejo, tengo más responsabilidades, me arrepiento de las oportunidades que he dejado pasar y del tiempo que se fue mientras pensaba o hacía nada. Y también lo hago por haberme dado cuenta, según yo, demasiado tarde de ello, aunque todos los adultos me digan que estuve a tiempo y que es fascinante que un joven de mi edad lo haya hecho. Ya casi tengo 20 años y si tomo como referencia, porque gusto de la ley de la atracción y de las estadísticas, que puedo vivir 80 años, eso significa que he visto pasar un cuarto de mi vida como agua, es perturbador. Sin embargo, como dije, me he dado cuenta de ello y en mis manos está mi rumbo. Soy como un caballo que su jinete es él mismo.  He crecido al lado de extraordinarios amigos como el cantante boliviano Rodrigo Rojas, de maestros de vida como mi madre Silvia Gabriela Rojas Real, de gente talentosa como Rafael Moreno Valle, de ángeles disfrazados de seres humanos como el urólogo Andrés Martínez Pérez, de “Pepes Grillos” como mi profesora de español en secundaria y maestra Maggi García y Rojas, de estrellas como Valentín Elizalde Valencia y mi hermano Raúl Bonilla Rojas, de escritores como Agatha Christie quien es la reina de la novela policiaca, de musas como Fabiola Rodas Valladares que me dio voz ante el mundo con mis letras y a la cual sin conocer puedo decir que le tengo un gran cariño por esos despertares con su música y de amantes de lo bueno como Charlene Arian.
Me considero, así pues, adelantado a mi edad y lo sé reconocer con humildad, con serenidad y con madurez, de manera suficiente como para tener una perspectiva propia tal como lo dije pero reconociendo que me falta un tramo largo por vivir, por caer y por levantarme. Reconozco también que muchas personas que me llevan mucha ventaja. Puedo decir lo que dice la canción de Valentín Elizalde, me declaro ante el mundo vencedor. Y también puedo decir que mi vida ha sido y la he visto de manera diferente a la de la mayoría de los jóvenes de mi edad, y que le he dado la cara siempre, que cuando le he desviado la mirada con su mano firme me voltea hacia ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario