lunes, 14 de junio de 2010

Cuando Escribo

Hay de repente y sin ningún aviso, un momento en el cual casi todo en lo que puedo pensar justo en esos instantes se vuelve una cinta de película, se vuelve imágenes que necesitan salir para representarse y plasmarse tal cual son sobre las mentes ajenas, las de otros y otras, en forma de letras escritas en papel, letras que según lo que quieran decir es la forma que van a tomar: más redondas, más suaves, menos gruesas, más rápidas y fluidas;  letras que cambian su complexión, su físico y su carta de presentación, según lo que estén pensando en el fondo: ahí en ese canal tan pequeño que se esconde en lo más profundo de la caligrafía que entinta color invisible cuando es azul a las palabras, ese espacio tan reducido que es el corazón y el alma de las palabras.
Rápidamente la sensación se esfuma, pero su estela queda al igual que quedan las estelas de los cometas que cruzan el cielo a media noche sobre una reja blanca de aromas, colores y sabores. Y, en su mayoría, las palabras representan a esa estela que queda fija en tu mente y muy pocos pueden mover, quien la mueve es porque tiene un poder grande; aunque no se han de olvidar de la primera sensación que es como tener el brazo, la parte del brazo entre el hombro y el codo de la persona que en ese momento te abraza y te sonríe. Esa parte es muy importante porque aún cuando suele ser lo que contiene una intensidad más grande y una incredulidad tuya más creíble y sincera, por cierta razón es la que más trabajo cuesta a otras personas poder comprender y de hecho es la que nunca llegan a entender: porque es tuya, tu sabes que no lo crees. Luego, en lo demás, es decir lo que más abunda en el texto que es precisamente la estela, vas recogiendo los fragmentos de escombros y arena espacial para después irles juntando, armando, armonizando, hasta llegar al punto en donde las imágenes se vuelvan palabras y donde las ideas tomen una forma en el exterior. Con la estela ante tus ojos vas dibujando en tu cabeza para tener muy bien presente la imagen o el momento que vayas a liberar.
Y cuando ya no doy para más, dejo todo botado. Cuando ya no tengo inspiración dejo de escribir. Lo hago porque si no lo hiciera, estaría escribiendo solamente mentiras y fuerzas en vez de libertades y realidades. Hay veces que mi léxico me cohíbe, me reta, me pone trabas y me limita. En el momento en que eso sucede recurro a palabras guardadas en mi memoria, siempre encuentro una palabra que pueda adecuarse a lo que quiero decir pero no siempre me gusta esa palabra, no siempre es la ideal o la que expresa realmente lo que quiero que exprese. Esa barrera cuando visto está que no la pude brincar, hago algo: la salto, la tengo que saltar; y es un proceso que considero mejor que únicamente rebuscar en los límites del idioma. Me voy unos pasos, a veces metros hacia atrás y comienzo a correr. Cuando llego al punto indicado, con el impulso que ya tenía, me vuelvo a impulsar lo suficiente como para poder elevarme y en el aire desplazarme hasta que consiga saltar la barrera. En otras palabras, quizá más claras: vuelvo al inicio de la idea que estaba redactando y me hago de la imagen que estaba siendo plasmada para aclararla y reforzarla, así, de este modo puedo volver a ver sin los apuros de la tinta, ni de la mano ni de las ideas, la imagen real, sincera y fresca que me estaba saliendo de la mente.
Si hay algo que no me gusta decir, también que no soy partidario de decir es que las cosas me salen del corazón, porque no es cierto, a mí las cosas no me salen del corazón. El corazón es un músculo, el más importante; no es una fuente de amor. Me gusta ser realista. El amor está procesado en el cerebro y permanentemente sembrado y fructificado en el espíritu. A mí las palabras me salen del amor, de la vida, de los lugares y de las personas, de los momentos, desde mis adentros -porque tengo muchos-. de mi yo interior, de mis pensamientos, mis ideas y de mi espíritu. No del órgano que nos bombea la sangre.
Yo tengo varias inspiraciones. Algunas sobresalen. Mis inspiraciones son motivos de una sonrisa en la mente y en el alma, de una relajación en mis músculos y mis nervios, de oír voces que nadie más puede oír y de ver imágenes que nadie más puede ver, ese sexto sentido tan recatado, celoso y egoísta que tienes que desenmascarar, que luego a su vez te va a enseñar que el tiempo no es más que un pequeño espacio de emociones que te metabolizan los momentos en la forma más sincera que pueda existir.
Eso es todo, espero que te haya servido lo suficiente para que veas, no para que entiendas, cómo es que yo escribo. Porque repito, sólo yo me entiendo cuando escribo, soy único al igual que tú.
Saludos, que estés bien. Buena semana.
Gracias a Fabiola por ser mi inspiración mayor, a todos los lugares que le han dado escenario a lo que escribo, a Mariana por su egoísta y muy celosa participación en mis palabras y gracias también a la música. Y a las demás personas: Charlene Arian, La Laz (Ale Lazcano), Carla y a toda la gente que no menciono pero que me hicieron escribir algo. ¡Gracias infinitas!
Abraham.

2 comentarios:

  1. Hola Dobby
    que milagro verdad, pues aqui esperando a que escribas algo más, con eso de que siempre escribes todo en tu face... y sabes que esas cosas y yo como que no nos llevamos....


    en fin... no te olvides de tu blog!!!!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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